domingo, diciembre 03, 2006

Mis amores con una prostituta ( I )

La riada de Valencia: Trágica fecha la del 17 de octubre de 1957. Un mar de agua desde los cielos estuvo cayendo durante dos o tres días ininterrumpidamente, no recuerdo bien cuantos fueron, sobre la capital y la provincia; mas de 200 litros por metro cuadrado diarios. El río Turia se desbordó arrasando y arrastrando todo lo que se le ponía por delante: árboles, casas, coches, carreteras, camiones, puentes y personas. Al día siguiente, cuando dejo de llover, torrencialmente, porque continuó con menor intensidad, el espectáculo que vimos los que pudimos salir a la calle (otros no podían debido a la altura del barro depositado por las aguas y que llegó a metro y medio en algunas calles), era sobrecogedor: barro por todas partes, animales muertos, coches enterrados, gente asomada a las ventanas pidiendo socorro porque no podían salir a por comida y medicinas, las tiendas anegadas, las torres de electricidad caídas y los cables chisporroteando y saltando sobre el barro como reptiles malheridos, las tuberías del gas dejando escapar su mortífero contenido; los servicios médicos , los bomberos y la policía sólo podían circular por unas pocas calles. En el cauce del río, que desde hacia muchos, muchos años no se había desbordado, familias humildes habían construido chabolas adosadas al muro del cauce con restos de maderas, chapas de bidones, cartones, cañas; pues todo, absolutamente todo, cabañas y personas, habían desaparecido cuando bajó el nivel del agua. La primera avenida fue de madrugada por lo que no les dio tiempo a huir. La segunda fue en la tarde del día siguiente. Los barrios cercanos a la playa, la Malvarrosa y el Cañamelar, poblados por gente modesta, y que ha través de los años habían ido edificando sus modestas viviendas por debajo del nivel del mar, casi desaparecieron; lo mismo ocurrió en el barrio de Nazaret, al otro lado del puerto. Resumiendo: Muerte, desolación y ruinas por todas partes. Hago este relato tan dramático porque va a ser el contrapunto de lo que viví en aquella época en que yo contaba 17 años.

Cuando dejó de llover las autoridades estatales, municipales y militares se movilizaron para auxiliar en la medida de lo posible y con los medios que se pudieron recuperar, a los mas necesitados que eran, como ya he dicho, los barrios cercanos a las playas. En la Avenida del Oeste, una céntrica y amplia avenida, se encontraba el edificio conocido como la CNS (Central Nacional de Sindicatos) y a las puertas de este edificio se centralizó el reclutamiento de personas voluntarias y medios de toda clase para socorrer a los necesitados. Allí nos dirigimos un grupo de amigos con el animo de aportar la ayuda que se nos encomendara y colaborar en lo que hiciera falta. Todos teníamos entre 17 y 26 años, yo era el más joven. Aquella gran avenida se llenó de gente dispuesta a ayudar. Se crearon equipos dirigidos por policías, militares, falangistas y agentes de la Cruz Roja. Nos dieron palas, picos, guantes, y mascarillas; subimos a un camión y salimos, el que nos llevaba a nosotros, hacia Nazaret llegando hasta donde la altura del barro permitía el paso del vehículo.

Ninguno de nosotros habíamos pasado por una experiencia, ni siquiera parecida, a la que íbamos a enfrentarnos. No he estado en una guerra pero lo que vimos al bajar del camión, que iba cubierto con una lona, fue dantesco: casas derrumbadas, cadáveres hinchados de personas adultas y de niños, brazos, piernas y cabezas que sobresalían de entre el barro, animales despedazados, coches amontonados, revueltos, unos encima de otros llenos de maleza, ramas de árboles, gritos de socorro de personas que habían quedado atrapadas y no podían salir de su encierro... Los que nos dirigían hablaban entre ellos evaluando la situación y distribuyendo los medios con que contaban. Nosotros estábamos paralizados, horrorizados.


Continuará.

Etiquetas: