¿Cómo será la Muerte?
"El temor a la muerte, señores, no es otra cosa que considerarse sabio sin serlo, ya que es creer saber sobre aquello que no se sabe. Quizá la muerte sea la mayor bendición del ser humano, nadie lo sabe, y sin embargo todo el mundo le teme como si supiera con absoluta certeza que es el peor de los males". SÓCRATES
Hoy que me encuentro, por ley de vida, más cerca de la Muerte que hace cuarenta años, suelo, de vez en cuando, quedarme ensimismado pensando en cómo será el final de mi ciclo vital. Recuerdo que hace cuarenta años también me quedaba ensimismado pensando, y fantaseando, en cómo sería mi vida cuando me casará con Mari Puri. Hacía planes: Cómo sería nuestro nidito de amor; cómo sería nuestra vida en común; yo todo el día fuera de casa por mi trabajo, ella cuidando de nuestro hogar; por la noche cenaríamos los dos juntos, incluso pondríamos unas velitas que dan un ambiente muy romántico; después de la cena veríamos la televisión cómodamente en el sofá ¡al fin solos!, nos haríamos alguna carantoña, preludio de lo que sería nuestro cariñoso y tierno combate erótico-festivo sobre nuestro lecho de amor. Tendríamos una parejita de hijos, niño y niña, los llevaríamos a un buen colegio, de pago, por supuesto. Los fines de semana nos iríamos al campo o a la playa, según la época del año y en las vacaciones de verano iríamos al pueblo, a casa de mis padres o a casa de los de ella. Y así continuaba en mi ensoñación hasta llegar al día en que mi hijo se iba a hacer la "mili" y los padres del novio de mi hija venían a casa para pedir su mano.
Bonito, ¿verdad?. Infeliz de mí, que poco sabía de la vida; lo único que sabía con certeza era que me quería casar con Mari Puri porque estaba buenísima, porque tenía un par de hermosas domingas y porque, en los sitios más inverosímiles, follábamos poseídos por el espíritu de una lujuria desbocada. Mi único sueño, el verdadero, era tener una casa donde poder follar a gusto y sin miedo a que nos sorprendiera nadie. Pues bien, ni cena con velitas (en la cocina), ni tele en el sofá (a ver si cambias de trabajo, que apenas ves a tus hijos), ni parejita de hijos (cuatro), ni ná de ná. Una vida vulgar, estresada, agobiada y gris marengo oscuro. Hasta hoy.
¿Cómo será el final de esta mi puta vida?. Pues como es natural no lo sé, pero me gustaría saberlo, no cuando, sino cómo. Me gustaría estar preparado para recibir a la dama de negro (¿vestirá así o de blanco blanquísimo, lavada con Ariel?) y charlar con ella unos instantes antes de que me cogiera de la mano y me llevara. Hacerle algunas preguntas como: ¿Tu eres siempre la misma desde el origen de los tiempos o habéis sido otras muchas las que se han ocupado de este trabajo? ¿Tienes papas? ¿Tienes hermanos? ¿Que haces cuando no estas ocupada? ¿Estas casada? ¿Haces el amor? ¿Donde vives?. En fin cosas así porque yo soy muy curiosón y me tiene intrigado el cómo será la MUERTE. Cuando lo sepa os lo contaré.
Etiquetas: Prosa
1 Comments:
Me gusta tu blog, Juan. Es más claro los que otros. Y no te preocupes por la muerte porque estoy seguro de que cuando venga, no serás consciente de ella.
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