Derroche de elegancia

Hoy deseo mostrarles a los amables visitantes de este mi blog, que es el suyo también, esta fotografía de una señorita subiendo los escalones de una escalera, no especifica si es la de la Plaza de España en Roma o el Palacio de Versalles en Paris, sea cual sea, mi interés en elegir esta foto ha sido por un detalle, aparentemente sin importancia, que luce la señorita con exquisita elegancia.

El detalle es, fíjense bien, el par de gafas de sol que lleva puestas ¿las ven?. Si, ya se que sólo se ve una y mal, pero es fácil adivinar la otra. Estoy seguro que muy pocas modelos, incluidas las top model de fama internacional, saben llevar unas gafas de sol con tanto donaire, tanta naturalidad y tanta gracia como la señorita de la foto. Que derroche de elegancia, que porte tan airoso, que delicadeza femenina tan bien llevada; la de suspiros entrecortados que provocará allá por donde pase, igual a los hombres que a las mujeres, porque también a ellas les gusta observar, distraídamente, eso sí, y despellejar con la mirada a una dama cuando la ven pasear por la acera de una Gran Vía cualquiera, de cualquier ciudad que la tenga, claro, y va levantando ardientes murmullos, silbidos aflautados, codazos al acompañante, giros de 180º sobre una baldosa, en fin ..., ah!, también algún ladrido, que no puede faltar un ladrador en una ciudad que se precie de cosmopolita y de costumbres liberales.

Pues bien, ahora que les he explicado el motivo que me ha movido a exponer la expuesta fotografía, espero que compartirán conmigo la admiración por el porte tan personal e intransferible y la gracia torera con que la señorita que está subiendo las escaleras, luce un par de gafas de sol en una noche urbana.

Ea, a vivir que son dos días.