Prostituta japonesa
Por lo que se ve debe ser una prostituta de alto standing que está en pleno ejercicio de coloreado facial al inicio de una nueva jornada de trabajo. No nos dice de cuantas horas se componía la jornada autorizada por su sindicato, pero casi seguro, que en aquellos tiempos como hoy, seria una jornada intensiva incluida la comida que la haría, entre jadeo y jadeo, al compás del trajín del cliente al que estuviera satisfaciendo en ese momento. Es conocida la facilidad que tiene la mujer para jadear y gemir durante el coito aunque no sienta el mas leve cosquilleo. La coquetería femenina ha sido siempre su arma mas útil y ventajosa de la que se ha servido para alcanzar logros en su beneficio, conseguir favores y atraer al varón que deseaba, en secreto desde luego, pues nunca ha estado bien visto que la mujer demostrara abiertamente su deseo por poseer al varón que la atraía ya que esta debía velar por su virginidad aun a costa de su vida. Una mala costumbre impuesta por la civilización y el hipócrita puritanismo religioso, tan nefasto para el natural trato entre los dos sexos. Hay que reconocer, sin embargo, que en los tiempos en que el romanticismo se imponía en las relaciones entre los hombres y las mujeres se escribieron bellas páginas literarias escritas por autores geniales relatando las peripecias, tribulaciones y hazañas llevadas a cabo por varones audaces y sus damas deseadas. Siempre he considerado interesante saber en que momento, desde los tiempos de las cavernas, la mujer empezó a acicalarse y comenzar a usar su, por lo visto, innato arte de la seducción para atraer al macho que pasaba por allí sin prestarle mucha atención. Siempre me he echo estas preguntas que considero, para mí, interesantes: ¿Cuando descubrió la mujer que el hombre se rendía a sus pies estando ella bellamente acicalada, deliciosamente perfumada y luciendo en sus ojos una insinuante pero tímida y discreta mirada?, ¿Cuando descubrió la mujer que cuando su cuerpo le pedía guerra no debía esperar a que un hombre le dirigiera un requiebro como señal de que la deseaba?,(No esperes a Navidad para pasar una noche buena) ¿Cuando descubrió la mujer insatisfecha que podía decirle a un hombre: Házmelo de esta manera, ponte debajo, acaríciame con la lengua aquí, lame mis pezones, mas deprisa, mas despacio...?.
¡Coño!, se me ha ido el santo al cielo. Hay que ver las tonterías que se le ocurren a uno viendo una fotografía. ¿Pues que pensaría si estuviese realmente con la prostituta de la foto?. Pues nada, pensaría en lo bien que me lo iba a pasar, nada más, y eso si yo fuese contemporáneo de ella, porque hoy tendría 136 años y no creo que estuviera su cuerpo para muchos juegos eróticos, y tampoco es cuestión de cometer un viejicidio por mucho que aprieten las ganas de cohabitar.
Etiquetas: Prosa
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home