Mis amores con una prostituta ( VII )
Las calles y los locales estaban abarrotados, la gente se movía, iban de un lado para otro sin rumbo, sin destino, sin sentido. Se oía cantar en los bares, estaba de moda la copla española, el cante flamenco y las rancheras mexicanas; todo lo que tuviera un quejido, un lamento, todo lo que reflejase un trance amargo de la vida, sólo eso se oía en aquel mundillo de desesperados, golfos, prostitutas, delincuentes, marginados (todavía no estaba extendido el consumo de la heroína o la cocaína, aunque sí la había), alcohólicos y fumateros (fumadores de marihuana, entonces se llamaba quifi). Abriéndonos paso entre el gentío nos dirigimos a "El Tanguito". Al entrar comprobamos que también estaba mas concurrido de lo habitual y en vez de acercarnos a la barra nos dirigimos al fondo del local, donde se sentaban las chicas y los clientes que se podían permitir unas consumiciones mas caras. Hoy sólo veníamos Andrés, Miguel, Tono y yo. Saludamos a las chicas que ya conocíamos de antes de Maru y nos sentamos en uno de los divanes que había libres. Maru y su compañera estaban alternando con unos hombres, en cuanto me vio me guiñó un ojo y se acercó a uno de ellos para decirle algo al oído, luego se levantó y vino hacia nosotros. Yo sentí un ligero malestar al verla con otros, aunque era consciente de que su trabajo era ese. Ella estaba allí para ganarse la vida y cuantas mas consumiciones consiguiera mejor era la paga que recibía al final de la jornada, y si además se ocupaba con algún hombre pues mejor todavía.
- ¡Has venido mi vida!.
- Ya te dije que vendría.
- Pero yo no estaba muy segura.
- Pues aquí estoy.
- Espera un momento y enseguida estoy contigo. Y se dirigió al grupo con el que estaba.
Al marcharse hizo una disimulada seña a dos chicas que estaban en la barra y estas se acercaron a nosotros.
- Hola, yo soy Lucia.
- Que tal, me llamo Eva ¿y vosotros?.
- Hola, yo Andrés.
- Hola, yo Miguel.
- Que tal, soy Juan.
- Yo Tono.
- Ya sabemos que Juan tiene pareja, ¿vosotros también?
- No, nosotros vamos por libre.
- ¿Nos invitáis?.
- Bueno.
- ¿Que tomáis vosotros?.
- Cerveza para los cuatro.
- Nosotras pediremos dos benjamines ¿Podemos? (Un benjamín costaba tres veces mas que una cerveza).
- Vale.
Las dos se acercaron a la barra y trajeron las consumiciones dejándolas encima de una pequeña mesa que había delante del diván.
Lucía al ver que uno de nosotros no tenía pareja nos preguntó:
- ¿Queréis que llamemos a una chica?. Tono contestó que no hacía falta porque cuando terminara la cerveza se marcharía.
Al momento Maru vino junto a mi y cogiéndome del brazo me dijo al oído:
- ¿Vamos arriba mi cielo?.
- ¿Tan pronto?.
- Si, quiero que estemos solos los dos sin que nadie nos moleste.
Maru vestía hoy un pantalón verde oscuro muy ceñido y unas botas negras altas, un fino jersey negro muy escotado que resaltaba sus pequeños pechos, sobre la frente le caia un flequillo que le daba un aspecto de niña traviesa. Yo la miraba y noté al contemplarla, como el día anterior, un estremecimiento en mis entrañas que no podía decir si era de placentera emoción o de ese temor que, en momentos de incertidumbre, a veces nos deja paralizados. En aquel momento, para mi, no existía otra mujer entre la nutrida concurrencia de aquel local. Brillaba con luz propia a pesar de que la luz ambiental era algo mas que tenue. Fijaba sus ojos en los míos y no podía mantener su mirada, era ardiente, penetraban profundamente en los míos, me deslumbraba, me turbaba. Nos pusimos en pie, la rodee con un brazo por la cintura y poniéndole una mano en la nuca la besé en los labios, un beso largo, eterno; ella me abrazaba atrayéndome hacia su cuerpo sinuoso, duro y elástico a la vez, cálido, excitante; introducía su lengua en mi boca buscando mi lengua, jugueteamos saboreando los jugos que destilaban nuestros paladares. Notamos que nos tocaban, era Lucía.
- Oye, ¡que va a amanecer!. Os estáis deshaciendo de gusto ¿eh?.
No separamos y cogidos de la mano salimos a la calle. Por en medio de grupos de hombres que nos seguían con miradas lascivas y descarada envidia, haciendo comentarios soeces sobre el cuerpo de Maru y la, supuesta por ellos, paliza que me iba a dar en la cama.
(Continuará)
- ¡Has venido mi vida!.
- Ya te dije que vendría.
- Pero yo no estaba muy segura.
- Pues aquí estoy.
- Espera un momento y enseguida estoy contigo. Y se dirigió al grupo con el que estaba.
Al marcharse hizo una disimulada seña a dos chicas que estaban en la barra y estas se acercaron a nosotros.
- Hola, yo soy Lucia.
- Que tal, me llamo Eva ¿y vosotros?.
- Hola, yo Andrés.
- Hola, yo Miguel.
- Que tal, soy Juan.
- Yo Tono.
- Ya sabemos que Juan tiene pareja, ¿vosotros también?
- No, nosotros vamos por libre.
- ¿Nos invitáis?.
- Bueno.
- ¿Que tomáis vosotros?.
- Cerveza para los cuatro.
- Nosotras pediremos dos benjamines ¿Podemos? (Un benjamín costaba tres veces mas que una cerveza).
- Vale.
Las dos se acercaron a la barra y trajeron las consumiciones dejándolas encima de una pequeña mesa que había delante del diván.
Lucía al ver que uno de nosotros no tenía pareja nos preguntó:
- ¿Queréis que llamemos a una chica?. Tono contestó que no hacía falta porque cuando terminara la cerveza se marcharía.
Al momento Maru vino junto a mi y cogiéndome del brazo me dijo al oído:
- ¿Vamos arriba mi cielo?.
- ¿Tan pronto?.
- Si, quiero que estemos solos los dos sin que nadie nos moleste.
Maru vestía hoy un pantalón verde oscuro muy ceñido y unas botas negras altas, un fino jersey negro muy escotado que resaltaba sus pequeños pechos, sobre la frente le caia un flequillo que le daba un aspecto de niña traviesa. Yo la miraba y noté al contemplarla, como el día anterior, un estremecimiento en mis entrañas que no podía decir si era de placentera emoción o de ese temor que, en momentos de incertidumbre, a veces nos deja paralizados. En aquel momento, para mi, no existía otra mujer entre la nutrida concurrencia de aquel local. Brillaba con luz propia a pesar de que la luz ambiental era algo mas que tenue. Fijaba sus ojos en los míos y no podía mantener su mirada, era ardiente, penetraban profundamente en los míos, me deslumbraba, me turbaba. Nos pusimos en pie, la rodee con un brazo por la cintura y poniéndole una mano en la nuca la besé en los labios, un beso largo, eterno; ella me abrazaba atrayéndome hacia su cuerpo sinuoso, duro y elástico a la vez, cálido, excitante; introducía su lengua en mi boca buscando mi lengua, jugueteamos saboreando los jugos que destilaban nuestros paladares. Notamos que nos tocaban, era Lucía.
- Oye, ¡que va a amanecer!. Os estáis deshaciendo de gusto ¿eh?.
No separamos y cogidos de la mano salimos a la calle. Por en medio de grupos de hombres que nos seguían con miradas lascivas y descarada envidia, haciendo comentarios soeces sobre el cuerpo de Maru y la, supuesta por ellos, paliza que me iba a dar en la cama.
(Continuará)
Etiquetas: Prosa
1 Comments:
Estimado, gracias por visitar mis últimas palabras (blog). Es un placer estar aquí y leerte. Un abrazo.
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