Mis amores con una prostituta ( VIII )
Subimos a las habitaciones del primer piso, le pago a la señora que hace la limpieza y cuando voy a darle a Maru lo suyo me coge el dinero y, disimuladamente, me lo mete en el bolsillo. A su vez veo que le entrega algo con la mano cerrada a la mujer que con disimulo se lo guarda haciendo un gesto de complicidad y amistoso reproche.
- ¿Qué pasa?. Le pregunto a Maru.
Llevándose el dedo índice a los labios me sisea al oído:
- Chiiissst. Y me guiña el ojo.
- Hoy no nos dará el coñazo como ayer.
Entramos en una habitación distinta de la de ayer pero amueblada casi igual que la otra. Al cerrar la puerta Maru me abrazó y comenzó a besarme con pasión en la boca, en el cuello, en las orejas, me daba unos pequeños mordiscos en la nuca que me hacían erizar los pelos de todo el cuerpo. Me apretaba contra su cintura al tiempo que movía a un lado y a otro su vientre contra el mío. Mi falo no tardó nada en hacerse notar a través del pantalón.
- Te gusta ¿eh?. Me dijo.
- Eres una niña perversa que me pone a tope sólo con rozarme.
- Quítate la ropa.
Ella se desvistió lentamente, poniéndose delante de mí para que yo la viera. Era excitante verla, sus movimientos sinuosos, felinos. Se echó en la cama para quitarse las botas, los pantalones, estiró una pierna para quitarse la media pero le dije que no, que no se quitara las medias ni el sostén.
- Ah, con que eres un joven fetichista eh?. Pronto has comenzado a pervertirte.
- ¿Eso es una perversión?.
- No si te quedas contento con eso, lo malo será cuando empieces a experimentar otras cosas.
- ¿Que otras cosas, por ejemplo?.
- Huuuuyy, que sabrás tu.
- Dime alguna que no haya visto o leído en los libros.
- Por aquí venía hace tiempo un señor que pagaba 5.000 pts ( de las de 1957) a la que tuviera el coño muy poblado de pelo y se lo dejara afeitar por él. Se traía todos los utensilios, la brocha, la maquinilla, el jabón, el perfume, todo. Les acariciaba el chocho, lo peinaba, lo enjabonaba, lo iba afeitando lentamente y cuando terminaba, después de poner un poco de perfume lo besaba, lo lamía y se corría. Ah, y si alguna que ya lo tenía afeitado se lo ofrecía no lo aceptaba. ¿Que te parece?.
- Puesss..., que todos tenemos manías y fantasías y si no las satisfacemos pueden llegar a crearnos trastornos psicológicos, según he leído.
- Bah, esos tíos están piraos, pero si tienen dinero y no son peligrosos, pues bueno, que paguen y adiós muy buenas.
Había terminado de quitarse la ropa quedándose sólo con el sujetador y las medias, las dos prendas eran negras. Le dije que la próxima vez que nos viéramos tenía que llevar la ropa interior de color blanco que era la que más me gustaba.
- Lo que tu mandes cielo mío. La próxima vez estrenaré para ti la ropa interior. Cada vez que nos veamos me pondré prendas nuevas, que nadie las haya visto.
Se había sentado en el bidet y estaba lavándose la almeja, como a mí me gustaba nombrar el coño.
- Me voy a poner un perfume especial para ti. ¿No estarás casado?.
- No, no estoy casado. ¿Por qué lo preguntas?.
- Porque a los hombres casados no les gusta que llevemos perfume para que sus esposas no noten que han estado con mujeres pecadoras. Ven acércate que te lave.
Me acerqué y me hizo sentarme en el bidet. Mi falo estaba tieso , "empalmao" como se dice vulgarmente.
- Que bonita verga tienes, Juan, cariño.
- Eso se lo dices a todos, ¿no?.
- No, eso no se lo digo a ningún hombre porque de ningún hombre me interesa mas que lo que me paga por estar un rato conmigo. Has de saber que esto es un acto comercial, el paga por estar quince minutos con mi cuerpo, sólo con mi cuerpo, mis sentimientos no van incluidos en el precio; sus caricias me molestan pero es parte de mi trabajo, como a una dependienta a la que una señora le hace sacar veinte prendas y no se lleva ninguna. A pesar de todo ella tiene que mostrarse amable y sonriente, como yo. Nunca me vuelvas a decir que eso se lo digo a todos porque me duele. Me gustas tu, te quiero a ti, quiero tu cuerpo, quiero recibir tus caricias, quiero besarte todo tu cuerpo joven y, casi casi, virgen. ¿Con cuantas mujeres te has acostado?.
- Ummm..., acostarme y follar..., con seis. Hacer manitas con alguna mas.
- Cariño mío, pero si casi estas sin desvirgar. ¿Todas han sido putas?.
- Si.
- ¿Lo has pasado bien con ellas?.
- Pues ha sido mas o menos como tu lo has dicho. Desnudarnos, follar, correrme y a la calle. Lo paso mejor con chicas que no son profesionales porque es mas autentico, aunque no haya penetración es mas excitante y al final con una paja o una chupada nos desahogamos.
Terminó de lavarme concienzudamente, el falo, echando hacia atrás el prepucio, los huevos, el vello, hasta el ano. Al terminar introdujo en su boca el glande y jugueteo con su lengua, succionando y moviéndolo con la mano. No era "bocati di cardenale", era "delicius de Papa". Estaba a punto de correrme y ella lo notó. Soltó mi enhiesto falo y cogiéndome de la mano me llevó a la cama.
- ¿Qué pasa?. Le pregunto a Maru.
Llevándose el dedo índice a los labios me sisea al oído:
- Chiiissst. Y me guiña el ojo.
- Hoy no nos dará el coñazo como ayer.
Entramos en una habitación distinta de la de ayer pero amueblada casi igual que la otra. Al cerrar la puerta Maru me abrazó y comenzó a besarme con pasión en la boca, en el cuello, en las orejas, me daba unos pequeños mordiscos en la nuca que me hacían erizar los pelos de todo el cuerpo. Me apretaba contra su cintura al tiempo que movía a un lado y a otro su vientre contra el mío. Mi falo no tardó nada en hacerse notar a través del pantalón.
- Te gusta ¿eh?. Me dijo.
- Eres una niña perversa que me pone a tope sólo con rozarme.
- Quítate la ropa.
Ella se desvistió lentamente, poniéndose delante de mí para que yo la viera. Era excitante verla, sus movimientos sinuosos, felinos. Se echó en la cama para quitarse las botas, los pantalones, estiró una pierna para quitarse la media pero le dije que no, que no se quitara las medias ni el sostén.
- Ah, con que eres un joven fetichista eh?. Pronto has comenzado a pervertirte.
- ¿Eso es una perversión?.
- No si te quedas contento con eso, lo malo será cuando empieces a experimentar otras cosas.
- ¿Que otras cosas, por ejemplo?.
- Huuuuyy, que sabrás tu.
- Dime alguna que no haya visto o leído en los libros.
- Por aquí venía hace tiempo un señor que pagaba 5.000 pts ( de las de 1957) a la que tuviera el coño muy poblado de pelo y se lo dejara afeitar por él. Se traía todos los utensilios, la brocha, la maquinilla, el jabón, el perfume, todo. Les acariciaba el chocho, lo peinaba, lo enjabonaba, lo iba afeitando lentamente y cuando terminaba, después de poner un poco de perfume lo besaba, lo lamía y se corría. Ah, y si alguna que ya lo tenía afeitado se lo ofrecía no lo aceptaba. ¿Que te parece?.
- Puesss..., que todos tenemos manías y fantasías y si no las satisfacemos pueden llegar a crearnos trastornos psicológicos, según he leído.
- Bah, esos tíos están piraos, pero si tienen dinero y no son peligrosos, pues bueno, que paguen y adiós muy buenas.
Había terminado de quitarse la ropa quedándose sólo con el sujetador y las medias, las dos prendas eran negras. Le dije que la próxima vez que nos viéramos tenía que llevar la ropa interior de color blanco que era la que más me gustaba.
- Lo que tu mandes cielo mío. La próxima vez estrenaré para ti la ropa interior. Cada vez que nos veamos me pondré prendas nuevas, que nadie las haya visto.
Se había sentado en el bidet y estaba lavándose la almeja, como a mí me gustaba nombrar el coño.
- Me voy a poner un perfume especial para ti. ¿No estarás casado?.
- No, no estoy casado. ¿Por qué lo preguntas?.
- Porque a los hombres casados no les gusta que llevemos perfume para que sus esposas no noten que han estado con mujeres pecadoras. Ven acércate que te lave.
Me acerqué y me hizo sentarme en el bidet. Mi falo estaba tieso , "empalmao" como se dice vulgarmente.
- Que bonita verga tienes, Juan, cariño.
- Eso se lo dices a todos, ¿no?.
- No, eso no se lo digo a ningún hombre porque de ningún hombre me interesa mas que lo que me paga por estar un rato conmigo. Has de saber que esto es un acto comercial, el paga por estar quince minutos con mi cuerpo, sólo con mi cuerpo, mis sentimientos no van incluidos en el precio; sus caricias me molestan pero es parte de mi trabajo, como a una dependienta a la que una señora le hace sacar veinte prendas y no se lleva ninguna. A pesar de todo ella tiene que mostrarse amable y sonriente, como yo. Nunca me vuelvas a decir que eso se lo digo a todos porque me duele. Me gustas tu, te quiero a ti, quiero tu cuerpo, quiero recibir tus caricias, quiero besarte todo tu cuerpo joven y, casi casi, virgen. ¿Con cuantas mujeres te has acostado?.
- Ummm..., acostarme y follar..., con seis. Hacer manitas con alguna mas.
- Cariño mío, pero si casi estas sin desvirgar. ¿Todas han sido putas?.
- Si.
- ¿Lo has pasado bien con ellas?.
- Pues ha sido mas o menos como tu lo has dicho. Desnudarnos, follar, correrme y a la calle. Lo paso mejor con chicas que no son profesionales porque es mas autentico, aunque no haya penetración es mas excitante y al final con una paja o una chupada nos desahogamos.
Terminó de lavarme concienzudamente, el falo, echando hacia atrás el prepucio, los huevos, el vello, hasta el ano. Al terminar introdujo en su boca el glande y jugueteo con su lengua, succionando y moviéndolo con la mano. No era "bocati di cardenale", era "delicius de Papa". Estaba a punto de correrme y ella lo notó. Soltó mi enhiesto falo y cogiéndome de la mano me llevó a la cama.
Etiquetas: Prosa
3 Comments:
A veces me gusta la ropa interior blanca pero casi nunca.
Casi siempre me dejo las medias... no es que me moleste... pero me gustó más la única vez que me las quitaron.
Es cierto que ni a una puta ni a alguien que no sea profesional le gustan todas las poyas.
Para decir que es bonita... hay que sentirlo.
Buenas noches.
He estado leyendo tus "Amores con una prostituta", y quiero felicitarte, no es facil escribir prosa erótica.
Kasandra, la ropa interior blanca la encuentro más elegante, mas "chic" y aún más en una "coulote" con puntillas que en un vulgar e insipido tanga.
Gracias Apostillas literarias, a mi no me resulta dificil porque, simplemente, cuento tal como fue una experiencia real de mi juventud.
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