El gato elevador

- ¡Dale al contacto Rigoberto!.
Y Rigoberto le da al contacto pero en coche no arranca, menos mal. Esta señorita..., no, señora, porque acaba de ser desposada recientemente, tan reciente que todavía no ha tenido tiempo de cambiarse de vestido, tal como bien se aprecia en la fotografía.
Al gandulazo de Rigoberto no le importa que su recién estrenada esposa se meta debajo del coche y ensucie su vestido de novia, inmaculadamente blanco, como debe ser, porque toda mujer que se precie y se tenga en alta estima, debe vestir de blanco en el día de su boda, ya que este color certifica que la desposada es virgen, aunque no necesariamente mártir. Pues lo dicho, al güevazos de Rigoberto si no le apetecía ensuciarse el chaqué debería haberle dicho a su señora y reciente esposa que, para una inspección ocular más cómoda y poder detectar la posible avería del puñetero automóvil -mal dolor de culata te dé- , cogiera el gato para elevar el coche lo suficiente para que sus atributos no sufrieran ningún desperfecto y llegaran sin la menor raspadura al tálamo - del latín thalàmus. Cama de los desposados y lecho conyugal-, como tenían previsto, acordado y reservada la suite nupcial en un hotel de la playa, de la playa del Mar Menor, claro, -hay que hacer patria- y que, de momento, no van a llegar a la hora señalada y deseada.

Un gato elevador es muy práctico, y necesario, para elevar un coche en casos de necesidad, como por ejemplo este, que lleva incluido un manual de uso para los que no estén muy prácticos en estos menesteres. Además el gato en cuestión no sólo eleva sino que caza ratones, ¡Todo un chollo, señores!.


Aprovechenlo.