Monas y monas
Erase una vez un gibraltareño, en situación de paro laboral, que estaba harto de ver tantos monos y monas correteando por parques y jardines, por las terrazas y azoteas, y especialmente por encima de su utilitario que, como lo usaba poco, lo tenía casi siempre aparcado enfrente de su casa. No hacía el hombre otra cosa que estrujarse las meninges pensando como dejar de pasarse los lunes al sol sin dar un palo al agua, ni siquiera a una piedra que la tenía mas a mano. Este señor, llamémosle Smith, al no tener nada que hacer se pasaba las horas frente a la caja boba, se tragaba todos los telediarios, todas las pélis, todos los concursos de bailes con parejas simbióticas y, con mucha atención, todos los programas de seudo investigación farandulera, las tertulias gallineras e incluso llegó a aprenderse de memoria todos los anuncios que, cual lluvia persistente y machacona, pasaban ante sus obnubilados ojos.
Pues bien, a lo que íbamos, el señor Smith, viendo uno de esos concursos de baile , tubo una visión que le hizo saltar del sillón (pareado involuntario), a la vez que se le encendió esa bombilla que todos tenemos alojada bajo la corteza cerebral y que sólo se enciende cuando un homo pensante tiene una idea luminosa y brillante (otro pareado involuntario). La luminosa idea fue que si cogía una mona y la vestía adecuadamente podría presentarla al concurso susodicho, con lo que, si conseguía que pasase dos o tres eliminatorias, podría ganar una pasta gansa, eso sin contar con que llegase a la final del concurso, lo que ya sería el despiporre general y mayúsculo, además de incrementar los ingresos pecuniarios hasta cifras mareantes (estos de la tele pagan muy bien cuando hay espectáculo del bueno). Pensado y hecho, salió a la calle armado con un plátano y cazó a la primera mona que se dejó (mas pareado in), la llevó a su casa, la bautizó como Sarita y la vistió de la manera mas conveniente, como había visto en otros programas, se plantó en los estudios de la tele inscribiendo a la mona en el casting para la prueba pertinente. La mona Sarita fue seleccionada. La mona Sarita salió a bailar y fue un éxito, pasó varias eliminatorias y ¡llegó a finalista!. El señor Smith estaba lleno de gozo y de euros y la mona Sarita tenía la barriga llena de plátanos canarios, que son mas caros pero son los mejores.
El señor Smith y la mona Sarita se volvieron tan contentos a la Roca, fueron felices y comieron perdices hasta hartarse. Colorín colorado este cuento se ha acabado.
Moraleja: Las monas y las personas vestidas de seda son mas monas todavía, en especial las que salen por la telerepulsión.
Etiquetas: Miscelanea
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