...el culo femenino

No voy a negar, porque sería cínico, que una de las partes anatómicas de la mujer que mas me gusta contemplar, acariciar, besuquear, palpar y empujar es el culo. No es que el resto de sus curvilíneas formas sea menos atráctivo, que vaya si lo es, pero es que es el caso de que esa explendida redondez, rotunda y delicada, con una carnosa y tierna suavidad sólo comparable con el culito de un bebé, encierra tal encanto cuando contemplas en una fémina el rítmico movimiento de sus nalgas, una arriba, una abajo, que es inevitable mirar, primero con recato y discreción y a continuación con libidinoso descaro, el espectáculo erótico festivo que se muestra ante los ávidos e insaciables ojos del homo erecto.

Es, para mí, inevitable el que a la vista de un ejemplar bien formado, bellamente proporcionado y graciosamente llevado, las neuronas receptoras se disparen y distribuyan mensajes lujuriosos por todo el sistema nervioso, haciendo que suenen todas las alarmas, las campanas, las sirenas y los timbres del conjunto que, normalmente, mantiene bloqueado el aparato sexual, poniéndolo en alerta máxima y cargando de testosterona los tanques en previsión a un posible encuentro entre un falo triunfalista y una vagina protegida por una voluminosa fortaleza de rosada carnosidad.

En fin, que me pongo de un retórico inaguantable cuando de culos femeninos se trata la cuestión y es que donde haya un hermoso y rimbombante culo que se quiten todas las bellezas esculturales y esculpidas.

A las muestras me refiero.