viernes, diciembre 29, 2006

Mis amores con una prostituta ( XI ) y The End

Lentamente, con la sinuosidad de una sierpe se puso sobre mí sin dejar de besarme, de darme pequeños bocados en el lóbulo de la oreja, me pasaba la punta de la lengua por la parte más sensible del cuello, por debajo del lóbulo; su vientre se movía sobre el mío haciendo presión hasta rozar su pelvis con la mía, primero despacio, aumentando sus movimientos según aumentaba su excitación, yo notaba su clítoris que había aumentado de tamaño por el frotamiento sobre mi hueso pelviano; sus pechos se balanceaban sobre mi rostro, era imposible sujetarlos para lamer sus pezones; hacia arriba, hacia abajo, cada vez mas excitada, su cintura semejaba a una caña de bambú movida por el viento de una tormenta; en un momento sus frotamientos se hicieron frenéticos, de su boca salió un gemido contenido, se dejó caer sobre mí, jadeando, con profundos suspiros entrecortados. Dejó descansar sus labios sobre los míos, su lengua y sus labios estaban fríos, la saliva también fría, me extrañó, creí que tras aquella febril excitación debería estar ardiendo. Maru acababa de sentir un maravilloso orgasmo. Su cuerpo quedó sobre mí, completamente exhausto, relajado, distendidos sus músculos y en su rostro una expresión de felicidad seráfica, angelical.
A mi me dejó con un ligero dolor en la pelvis, fruto de sus enérgicos embates. Mi falo estaba en su máxima tensión, tieso, erecto, duro como un vástago de acero. Ella se dejó caer a mi lado. Comprendí que no era el momento de iniciar otro combate ya que este sería una penetración vaginal y era conveniente que su clítoris, que estaba inflamado como consecuencia de los enérgicos frotes que había recibido, recuperase su turgencia natural para poder gozar nuevamente. Contemplé su hermoso cuerpo, estaba boca abajo, apoyando su cabeza sobre los brazos, mostrándome la curva de su espalda y el delicioso canal que se formaba en la columna vertebral y que terminaba en la opulencia de sus glúteos, dos hermosas dunas de carne tierna y delicadamente perfumada.

Encendí un cigarrillo y me dispuse a esperar a que recuperase su vitalidad. Miré el reloj, eran las diez y cinco de la noche. Me alegré de que se hubiera olvidado, o me lo parecía a mi, de lo que le había dicho sobre nuestra relación. Al poco rato pasé mis labios suavemente por su espalda y acaricié con las yemas de mis dedos la hendidura dorsal, desde la nuca hasta el hermoso culo del que yo no podía apartar la vista, fui introduciéndolos en el corte natural de las nalgas en busca de su vulva, ella dio un ligero respingo y volvió la cabeza hacia mí.
- ¿Lo has pasado bien?. Le pregunté.
- Si, hacía mucho tiempo que no tenía un orgasmo así.
- ¿Seguimos?. Le pregunté besándole los hombros y el cuello.
- Espera.
Se levantó y fue al bidet a lavarse. Yo estaba ansioso por iniciar otra vez el juego amoroso que me permitiera satisfacer mi deseo carnal. Ansiaba penetrar aquella vagina que ahora estaría perfectamente lubricada para facilitar los embates de mi falo, impaciente y anhelante por comenzar. Deseaba regar con un potente chorro de semen la profunda sima vaginal de Maru. La veía sentada en el bidet de espaldas a mi, veía sus movimientos lavando su chocho moreno, estaba con las piernas abiertas y veía sus medias oscuras que contorneaban deliciosamente las curvas de sus piernas y sus muslos. Me encontraba en tal estado de excitación que me temblaba todo el cuerpo.
- Vamos Maru, déjalo ya y ven aquí, estoy temblando de ganas.
Ella se levantó y procedió a secarse. Al terminar se dirigió al espejo del lavabo y comenzó a peinarse.
- Maru, si estás muy bien, ven ya, por favor.
- No voy a ir a la cama contigo. El juego ha terminado. Su voz era grave, su rostro reflejaba una total indiferencia al mirarme, tal como si le hablase a un arbol.
- Hoy no te quise cobrar porque no iba a acostarme con un cliente sino con mi amor, así que como no has recibido el servicio estamos en paz.
- ¿Pero que dices?, ¿Estas de broma?.
- No estoy de broma. Vístete que aquí ya no tenemos nada mas que hacer.
- Pero Maru, ¿como es posible.....?, ¿que locura es esta?, ¿me vas a dejar así?.
- Si, así, de la misma manera que tu me has despertado de mi sueño, de repente y a lo bruto. He cometido el peor error que podía cometer, peor aún que quedarme preñada, me he enamorado de un cliente y tengo que cargar con las consecuencias. Espero que me sirva de lección.
Se estaba vistiendo. Me incorporé en la cama y la miraba incrédulo. Mi estandarte se había venido abajo en unos segundos. No podía creer lo que estaba sucediendo.
- Maru, siento lo que he dicho, lo he echo sin pensar, lo siento, créeme, lo siento de veras. Me levanté y fui hacia ella. Intenté abrazarla pero me lo impidió.
- No Juan, no podemos seguir soñando, por lo menos yo, al fin y al cabo apenas nos conocemos, no es una despedida como para llorar.
Había terminado de vestirse y se dirigió a la puerta de la habitación, descorrió el pestillo y cuando iba a salir me dijo:
- Por favor, dale una propina a la mujer de la limpieza. Adiós.
Caí sentado en la cama. No daba crédito a lo que estaba pasando. ¿Cómo era posible un cambio así?. ¿Tanto daño le había hecho al decirle que no podríamos vivir juntos porque ella era una puta?. ¿Cuando había tomado la decisión de terminar?. Después de hablar se había mostrado cariñosa conmigo, un poco triste, si. ¿Al correrse conmigo ya había decidido dejarme?. Que absurdo era todo esto para mí, no era capaz de comprender nada. Me miré y me sentí ridículo. Vaya papelón si me vieran mis amigos. Estaba en la habitación de un prostibulo, desnudo y sentado en la cama, la puta con la que había entrado me había dejado tirado como un condón usado. Me sentí ridículo y humillado, mi hombría de macho había quedado a la altura de las baldosas. Reaccioné con rabia, ¿Cómo puede una pelandusca hacerme esto?... Recapacité, pensé, medité, yo sólo en aquella inmunda habitación (ahora me daba cuenta de que era inmunda), empecé a ver claro: También yo había cometido el error de creer que me había enamorado de una puta cuando en realidad sólo deseaba follar con ella porque me gustaba cómo me trataba, y mas todavía, había creído que una puta se había enamorado de mí con lo que mi ego se sentía exultante y complacido, ¿Cómo he podido ser tan estupido?. Me levanté y me vestí, necesitaba salir de allí cuanto antes. Necesitaba respirar aire limpio. Salí a la calle y aspiré profundamente el aire fresco de la noche. Caminando hacia casa pensé en el drama de los barrios de la Malvarrosa y de Nazaret, aún había mucho que hacer. Al día siguiente acudiría con mis amigos a ayudar a los damnificados de la riada y por la noche aprovecharía para repasar unos apuntes que aún no había mirado.

Nunca mas volví a pisar el barrio chino. Nunca mas he estado con una puta.
Fin del relato

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1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Todos tenemos sueños de redención... casi todos acaban en eso, en saberlo, que eran sueños, que la redención no existe.

1:45 p. m.  

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