Un inocente juego

En el siglo VI a. d. C. (hace 2607 años, año arriba, año abajo), y como se puede observar en el grabado etrusco de la época, ya estaban bastante adelantados en lo que a la buena educación y estrictas reglas morales en las relaciones sociales se refiere. Pero, como ocurre siempre que estas reglas son excesivamente represivas para el instinto animal que todos llevamos dentro, los artistas se aprovechaban del hambre que pasaban sus coetáneos (y ellos también, qué coño) para embolsarse una buena pasta dibujando y pintando escenas eróticas en cualquier soporte que se prestara para deleite de los pudientes, los otros, los no pudientes se tenían que conformar con soñar, y ya sabemos que nada mejor que el hambre para excitar la imaginación.

Pues, según cuentan las crónicas de la época, los etruscos a fuerza de pensar en cómo alegrar un poco, por lo menos, la vida tan sosa que llevaban descubrieron un juego, aparentemente un inocente juego, para poder toquetear y manosear los cuerpos de las féminas sin provocar escándalo entre la circunspecta sociedad en que vivían. Y este juego fue, ni más ni menos, el que hoy conocemos como el de "papás y mamás". Consistía en reunirse los confabulados, y confabuladas, en alguna de las mansiones rodeadas de jardines que habitaban con la excusa de merendar chocolate con churros (como hacían hasta hace poco el cura del pueblo junto con el médico, el farmacéutico y el maestro) y, una vez reunidos y leídas las reglas del juego, se iniciaba la kermés heroica . Pero eso sí, como no podían desprenderse de totalmente de la educación recibida en el período de la EGB, lo hacían con toda clase de sutilezas, corteses modales y hasta con una delicadeza extrema (así da gusto, eh) a la hora de solicitar a las damas que se desvistiesen para imitar a los primeros papás, Adán y Eva. Así pues, la tarde transcurría en un ambiente totalmente familiar aunque sólo hubieran parejas y que estas no eran, según las reglas, a perpetuidad, sino mas bien de quita y pon, que en eso consistía la gracia de juego.

Y cocinando, friendo, asando e hirviendo los distintos y variados productos que se daban en sus ricas huertas como las coliflores y los nabos o las manzanas y los plátanos, terminaban todos, y todas, que también ellas participaban con gran apetito, ahítos de tanto comer y chupar, de tanto tragar y beber, quedando desparramados por aquí y por allá, sobre cualquier lecho de blanda hierba o al resguardo de cualquier aromático y florido arbusto. Pero eso sí, la sociedad pacata y reprimida no se enteraba y por lo tanto no había escándalo. Todos santos.

Esta es la leyenda del origen de un juego tan popular, y tan inocente, hace ya algunos años, hoy ya no, porque hoy se juega con las playstations que aunque así no se condenan al fuego eterno al no pecar contra el sexto mandamiento de la Ley de Dios, sí que se condenan a un tipo de idiotez profunda del que es difícil que un adolescente salga sin daños colaterales profundos.

Amén.