sábado, diciembre 30, 2006

Un día tonto


- Que día mas tonto llevo, si hasta me he olvidado de la bufanda.

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Asi me gustan



- A mí me gustan así, gordas, duras, grandes, musculosas, rompedoras, imponentes, desafiantes, turgentes, nervudas, trabajadas, impresionantes, así me gustan a mí.
(¿A que se referirá esta señora?)

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Niña caprichosa


- ¡Buaaa!, ¡mamá yo no quiero ir a Ámericaaa!
- Calla niña que nadando llegaremos enseguida.

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viernes, diciembre 29, 2006

Mis amores con una prostituta ( XI ) y The End

Lentamente, con la sinuosidad de una sierpe se puso sobre mí sin dejar de besarme, de darme pequeños bocados en el lóbulo de la oreja, me pasaba la punta de la lengua por la parte más sensible del cuello, por debajo del lóbulo; su vientre se movía sobre el mío haciendo presión hasta rozar su pelvis con la mía, primero despacio, aumentando sus movimientos según aumentaba su excitación, yo notaba su clítoris que había aumentado de tamaño por el frotamiento sobre mi hueso pelviano; sus pechos se balanceaban sobre mi rostro, era imposible sujetarlos para lamer sus pezones; hacia arriba, hacia abajo, cada vez mas excitada, su cintura semejaba a una caña de bambú movida por el viento de una tormenta; en un momento sus frotamientos se hicieron frenéticos, de su boca salió un gemido contenido, se dejó caer sobre mí, jadeando, con profundos suspiros entrecortados. Dejó descansar sus labios sobre los míos, su lengua y sus labios estaban fríos, la saliva también fría, me extrañó, creí que tras aquella febril excitación debería estar ardiendo. Maru acababa de sentir un maravilloso orgasmo. Su cuerpo quedó sobre mí, completamente exhausto, relajado, distendidos sus músculos y en su rostro una expresión de felicidad seráfica, angelical.
A mi me dejó con un ligero dolor en la pelvis, fruto de sus enérgicos embates. Mi falo estaba en su máxima tensión, tieso, erecto, duro como un vástago de acero. Ella se dejó caer a mi lado. Comprendí que no era el momento de iniciar otro combate ya que este sería una penetración vaginal y era conveniente que su clítoris, que estaba inflamado como consecuencia de los enérgicos frotes que había recibido, recuperase su turgencia natural para poder gozar nuevamente. Contemplé su hermoso cuerpo, estaba boca abajo, apoyando su cabeza sobre los brazos, mostrándome la curva de su espalda y el delicioso canal que se formaba en la columna vertebral y que terminaba en la opulencia de sus glúteos, dos hermosas dunas de carne tierna y delicadamente perfumada.

Encendí un cigarrillo y me dispuse a esperar a que recuperase su vitalidad. Miré el reloj, eran las diez y cinco de la noche. Me alegré de que se hubiera olvidado, o me lo parecía a mi, de lo que le había dicho sobre nuestra relación. Al poco rato pasé mis labios suavemente por su espalda y acaricié con las yemas de mis dedos la hendidura dorsal, desde la nuca hasta el hermoso culo del que yo no podía apartar la vista, fui introduciéndolos en el corte natural de las nalgas en busca de su vulva, ella dio un ligero respingo y volvió la cabeza hacia mí.
- ¿Lo has pasado bien?. Le pregunté.
- Si, hacía mucho tiempo que no tenía un orgasmo así.
- ¿Seguimos?. Le pregunté besándole los hombros y el cuello.
- Espera.
Se levantó y fue al bidet a lavarse. Yo estaba ansioso por iniciar otra vez el juego amoroso que me permitiera satisfacer mi deseo carnal. Ansiaba penetrar aquella vagina que ahora estaría perfectamente lubricada para facilitar los embates de mi falo, impaciente y anhelante por comenzar. Deseaba regar con un potente chorro de semen la profunda sima vaginal de Maru. La veía sentada en el bidet de espaldas a mi, veía sus movimientos lavando su chocho moreno, estaba con las piernas abiertas y veía sus medias oscuras que contorneaban deliciosamente las curvas de sus piernas y sus muslos. Me encontraba en tal estado de excitación que me temblaba todo el cuerpo.
- Vamos Maru, déjalo ya y ven aquí, estoy temblando de ganas.
Ella se levantó y procedió a secarse. Al terminar se dirigió al espejo del lavabo y comenzó a peinarse.
- Maru, si estás muy bien, ven ya, por favor.
- No voy a ir a la cama contigo. El juego ha terminado. Su voz era grave, su rostro reflejaba una total indiferencia al mirarme, tal como si le hablase a un arbol.
- Hoy no te quise cobrar porque no iba a acostarme con un cliente sino con mi amor, así que como no has recibido el servicio estamos en paz.
- ¿Pero que dices?, ¿Estas de broma?.
- No estoy de broma. Vístete que aquí ya no tenemos nada mas que hacer.
- Pero Maru, ¿como es posible.....?, ¿que locura es esta?, ¿me vas a dejar así?.
- Si, así, de la misma manera que tu me has despertado de mi sueño, de repente y a lo bruto. He cometido el peor error que podía cometer, peor aún que quedarme preñada, me he enamorado de un cliente y tengo que cargar con las consecuencias. Espero que me sirva de lección.
Se estaba vistiendo. Me incorporé en la cama y la miraba incrédulo. Mi estandarte se había venido abajo en unos segundos. No podía creer lo que estaba sucediendo.
- Maru, siento lo que he dicho, lo he echo sin pensar, lo siento, créeme, lo siento de veras. Me levanté y fui hacia ella. Intenté abrazarla pero me lo impidió.
- No Juan, no podemos seguir soñando, por lo menos yo, al fin y al cabo apenas nos conocemos, no es una despedida como para llorar.
Había terminado de vestirse y se dirigió a la puerta de la habitación, descorrió el pestillo y cuando iba a salir me dijo:
- Por favor, dale una propina a la mujer de la limpieza. Adiós.
Caí sentado en la cama. No daba crédito a lo que estaba pasando. ¿Cómo era posible un cambio así?. ¿Tanto daño le había hecho al decirle que no podríamos vivir juntos porque ella era una puta?. ¿Cuando había tomado la decisión de terminar?. Después de hablar se había mostrado cariñosa conmigo, un poco triste, si. ¿Al correrse conmigo ya había decidido dejarme?. Que absurdo era todo esto para mí, no era capaz de comprender nada. Me miré y me sentí ridículo. Vaya papelón si me vieran mis amigos. Estaba en la habitación de un prostibulo, desnudo y sentado en la cama, la puta con la que había entrado me había dejado tirado como un condón usado. Me sentí ridículo y humillado, mi hombría de macho había quedado a la altura de las baldosas. Reaccioné con rabia, ¿Cómo puede una pelandusca hacerme esto?... Recapacité, pensé, medité, yo sólo en aquella inmunda habitación (ahora me daba cuenta de que era inmunda), empecé a ver claro: También yo había cometido el error de creer que me había enamorado de una puta cuando en realidad sólo deseaba follar con ella porque me gustaba cómo me trataba, y mas todavía, había creído que una puta se había enamorado de mí con lo que mi ego se sentía exultante y complacido, ¿Cómo he podido ser tan estupido?. Me levanté y me vestí, necesitaba salir de allí cuanto antes. Necesitaba respirar aire limpio. Salí a la calle y aspiré profundamente el aire fresco de la noche. Caminando hacia casa pensé en el drama de los barrios de la Malvarrosa y de Nazaret, aún había mucho que hacer. Al día siguiente acudiría con mis amigos a ayudar a los damnificados de la riada y por la noche aprovecharía para repasar unos apuntes que aún no había mirado.

Nunca mas volví a pisar el barrio chino. Nunca mas he estado con una puta.
Fin del relato

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miércoles, diciembre 27, 2006

Mis amores con una prostituta ( X )

Maru se incorporó en la cama.
- ¿Que hora es?. Me preguntó.
- Pasan de las nueve y media. Le dije.
Ella levanto sus ojos y me miró fijamente. Su mirada era triste, con una expresión lánguida, suplicante.
- Has roto un sueño en el que pocas veces, ninguna debería decir, una puta debe caer.
Hablaba lentamente, con desilusión, con sentimiento de resignación.
- Cuando una chica se mete en esto lo primero que nos dicen las compañeras mas veteranas es que no se nos ocurra enamorarnos de un cliente, porque eso puede ser nuestra perdición. Un cliente es un hombre que paga, echa un polvo y se va. Y si ese hombre vuelve una y otra vez hay que aprovecharse y sacarle todo lo que se pueda, regalos o dinero, solo eso.

Mientras hablaba su mano, distraídamente, jugueteaba con mi falo que, flácido, blando, "pocho", no mostraba ningún interés en iniciar un ataque a la fortaleza que, en ese momento, se encontraba desguarnecida, sin oposición, en total abandono.
- El amor nos hace sensibles - continuó diciendo -, altera nuestros sentimientos, nos hace vulnerables y eso no es bueno para nosotras. Hay un dicho que dice: "Para andar por la vida debes llevar los pies calientes y tener la cabeza fría", y nosotras decimos: "Para ganar dinero hay que tener las manos calientes y la cabeza fría". He cometido el error de soñar despierta y tu me has despertado así, de repente, a lo bruto. Podías haberlo hecho mas adelante, podías haberme dejado soñar un poco más ya que de todas formas el final hubiera sido el mismo. Tu también me has dicho que me querías. ¿O me has mentido?.

Yo la escuchaba dejándola que desahogara con melancolía la desilusión que había sufrido al oír mis palabras, dichas sin pensar, desde luego. En mi corta juventud aún no había aprendido cómo y cuando se deben decir ciertas cosas, especialmente las que afectan a los sentimientos, a las cosas que tienen que ver con la sensibilidad del alma que toda persona, de cualquier clase y condición, tiene. Le había hablado con la misma naturalidad con que podía haberle dicho a una compañera de clase, y de juegos secretos, "Mañana no nos podemos ver porque tengo un examen".

Por primera vez en mi vida experimenté lo que había leído en los libros: el sentimiento de culpabilidad. En aquel momento, escuchando sus tristes palabras, me sentí culpable por haber echo daño, inconscientemente, a aquella mujer de la que, recién, había descubierto que estaba enamorado. Acostados como estábamos la abracé, la besé en la frente, en la mejilla, noté el sabor levemente salado de una lagrima; mi corazón latía apresuradamente, sí, la quería, me había enamorado de ella, de Maru, deseaba estar siempre con ella, sentía necesidad de sus besos, de sus caricias, sentía la necesidad de oír su voz alegre como antes. Ahora no comprendía cómo le había dicho que no podríamos vivir juntos, Que oportunidad de quedarme callado había perdido.
- No te he mentido, me he enamorado de tí, te quiero, Maru, te quiero.
Con una voz que apenas le salía del cuerpo, como un susurro, me dijo:
- Bésame Juan, bésame cariño.
Me incliné hacia ella y la besé en los labios. No busqué su lengua, el sabor de sus labios me resultaba, sorprendentemente, delicioso. Los besaba, los acariciaba con mi lengua, una y otra vez, suavemente, ligeramente, experimentando un placer nunca antes sentido. Ella correspondía a mis caricias besando mis labios tiernamente, chupando con sus labios la punta de mi lengua. Hoy sé que en aquel momento nuestros sentimientos estaban dominados por un espíritu puro; en aquel momento no existía el deseo carnal. Ignorábamos que estábamos desnudos, en una cama, en la situación idónea para echar un polvo, como se suele decir. En nuestros cuerpos, entonces, sólo anidaba un sentimiento: la ternura en estado puro. Al cabo de un rato la naturaleza reclamaba su parte en aquel juego de caricias y roces corporales, mi falo se endureció y el jugo vaginal humedeció su vulva ansiosa de una penetración que condujera al orgasmo, al éxtasis.


(Continuará)

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martes, diciembre 26, 2006

Mis amores con una prostituta ( IX )

- Ven mi amor, ven junto a mí y ámame.
Echada en la cama me ofrecía su cuerpo desnudo, su piel anacarada me turbaba, la sombra de su pubis me excitaba, sus breves y turgentes pechos, sus oscuros pezones, como pequeños bombones, se dejaban entrever a través del finísimo sujetador que, provocativos, pedían ser acariciados, lamidos, besados, chupados con la ternura que lo haría un bebé ávido de leche materna. Al contemplarla así, desnuda, entregada, llamando mi atención con los brazos alzados hacia mí, volví a sentir aquella comezón en lo más intimo de mi ser que ya había experimentado en otras dos ocasiones. Mi mente estaba confusa, una niebla luminosa me impedía ver a la mujer, sólo veía un cuerpo, lo deseaba, anhelaba poseerlo, penetrarlo hasta lo mas profundo de su humedecido interior, pero a la vez sentía una ternura, inexplicable para mí, hacia aquel ser que me lo daba todo, su cuerpo y su ¿amor?, ¿sería esto el amor?, ¿hacer el amor?, ¿sentir amor?. De momento vi a una mujer que, temblorosa, me pedía, no una unión física, no una satisfacción sexual para aliviar la tensión corporal, me pedía estar junto a ella, nada más que eso; me pedía que compartiéramos nuestros sentimientos, me pedía compartir con ella la emoción del encuentro de nuestras almas. En mi cabeza giraban los pensamientos como un carrusel ferial, ¿amor?, ¿sexo?, ¿ternura?, ¿satisfacción de los cuerpos?. En aquellos breves instantes me encontraba confundido, mi respiración no mantenía el ritmo normal; mi inexperiencia no me ayudaba a interpretar mis sentimientos y entonces, como un flash fotográfico, me vino a la memoria una frase leída tiempo atrás: "El primer suspiro del amor es el último de la cordura". Pues eso debía de ser, yo estaba enamorado de Maru. Ahora era mas fuerte mi deseo de acariciarla, de besarla, de protegerla, de estar siempre unido a ella, de compartir días y años con ella, de verme en ella, de reír y llorar con ella, ..."en la salud y en la enfermedad, en la pobreza y en la riqueza, hasta que la muerte os separe".

Me eché junto a ella, la besé suavemente, mis manos acariciaron su cuerpo con la ternura con que se acaricia a un recién nacido, juntos nuestros rostros y nuestros cuerpos unidos estuvimos, no sé cuanto, minutos, horas, no sé.
- Te quiero Maru. Le dije.
- Amor mío yo también estoy enamorada de ti, te quiero Juan, te quiero. Deseo estar siempre contigo, no quiero separarme de ti, viviremos siempre juntos, hasta que Dios quiera.
Por un instante, al oír sus palabras, mi rostro se ensombreció.
- ¿Que pasa Juan, no olvidas las desgracias que has visto estos días?.
- No, no es eso. Cuando estoy contigo no existe nada mas pero has dicho algo que me ha entristecido.
- He dicho que quiero estar siempre contigo, que quiero vivir toda la vida contigo, ¿eso te ha puesto triste?.
- Es que te olvidas de tu trabajo. Podemos querernos, soy capaz de quererte aunque te acuestes con otros, pero no podremos vivir juntos. No podremos llevar una vida de pareja. Me tomarían por tu chulo o me señalarían por cornudo. He llegado a admitir que mientras folles con otro puedas estar pensando en mi. Que desees verme todos los días, como yo a ti, pero tu trabajas hasta altas horas de la noche, ¿cuando nos veremos, un día a la semana, cuando sea tu día libre?.
Ahora fui yo quien vio su rostro contrariado. Estuvo un rato sin hablar. Yo, respetando su silencio, la besaba en el cuello, le bajé la copa del sostén de uno de sus pechos y mordisqueaba su pezon, recorría con la lengua su vientre bajando hasta su poblado y cálido monte de venus donde, apartando parcialmente su fina braga, depositaba mis besos sobre su vello perfumado. Seguía por sus muslos tersos, firmes en su blandura, las pantorrillas, los talones, los pies, sus preciosos pies cubiertos por las medias que, desde los muslos, las sujetaban un fino liguero. Ella jadeaba, gemía, pero no hablaba. La dejé que meditara sobre lo que le había dicho, pensé que era bueno que valorase nuestra situación, quería ver cual era su reacción. Me recosté sobre la cama y encendí un pitillo. Ella seguía sin decir palabra. Estaba como ausente, abstraida, fuera de aquella habitación. En algún lugar del espacio estelar.

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viernes, diciembre 22, 2006

Mis amores con una prostituta ( VIII )

Subimos a las habitaciones del primer piso, le pago a la señora que hace la limpieza y cuando voy a darle a Maru lo suyo me coge el dinero y, disimuladamente, me lo mete en el bolsillo. A su vez veo que le entrega algo con la mano cerrada a la mujer que con disimulo se lo guarda haciendo un gesto de complicidad y amistoso reproche.
- ¿Qué pasa?. Le pregunto a Maru.
Llevándose el dedo índice a los labios me sisea al oído:
- Chiiissst. Y me guiña el ojo.
- Hoy no nos dará el coñazo como ayer.
Entramos en una habitación distinta de la de ayer pero amueblada casi igual que la otra. Al cerrar la puerta Maru me abrazó y comenzó a besarme con pasión en la boca, en el cuello, en las orejas, me daba unos pequeños mordiscos en la nuca que me hacían erizar los pelos de todo el cuerpo. Me apretaba contra su cintura al tiempo que movía a un lado y a otro su vientre contra el mío. Mi falo no tardó nada en hacerse notar a través del pantalón.
- Te gusta ¿eh?. Me dijo.
- Eres una niña perversa que me pone a tope sólo con rozarme.
- Quítate la ropa.
Ella se desvistió lentamente, poniéndose delante de mí para que yo la viera. Era excitante verla, sus movimientos sinuosos, felinos. Se echó en la cama para quitarse las botas, los pantalones, estiró una pierna para quitarse la media pero le dije que no, que no se quitara las medias ni el sostén.
- Ah, con que eres un joven fetichista eh?. Pronto has comenzado a pervertirte.
- ¿Eso es una perversión?.
- No si te quedas contento con eso, lo malo será cuando empieces a experimentar otras cosas.
- ¿Que otras cosas, por ejemplo?.
- Huuuuyy, que sabrás tu.
- Dime alguna que no haya visto o leído en los libros.
- Por aquí venía hace tiempo un señor que pagaba 5.000 pts ( de las de 1957) a la que tuviera el coño muy poblado de pelo y se lo dejara afeitar por él. Se traía todos los utensilios, la brocha, la maquinilla, el jabón, el perfume, todo. Les acariciaba el chocho, lo peinaba, lo enjabonaba, lo iba afeitando lentamente y cuando terminaba, después de poner un poco de perfume lo besaba, lo lamía y se corría. Ah, y si alguna que ya lo tenía afeitado se lo ofrecía no lo aceptaba. ¿Que te parece?.
- Puesss..., que todos tenemos manías y fantasías y si no las satisfacemos pueden llegar a crearnos trastornos psicológicos, según he leído.
- Bah, esos tíos están piraos, pero si tienen dinero y no son peligrosos, pues bueno, que paguen y adiós muy buenas.
Había terminado de quitarse la ropa quedándose sólo con el sujetador y las medias, las dos prendas eran negras. Le dije que la próxima vez que nos viéramos tenía que llevar la ropa interior de color blanco que era la que más me gustaba.
- Lo que tu mandes cielo mío. La próxima vez estrenaré para ti la ropa interior. Cada vez que nos veamos me pondré prendas nuevas, que nadie las haya visto.
Se había sentado en el bidet y estaba lavándose la almeja, como a mí me gustaba nombrar el coño.
- Me voy a poner un perfume especial para ti. ¿No estarás casado?.
- No, no estoy casado. ¿Por qué lo preguntas?.
- Porque a los hombres casados no les gusta que llevemos perfume para que sus esposas no noten que han estado con mujeres pecadoras. Ven acércate que te lave.
Me acerqué y me hizo sentarme en el bidet. Mi falo estaba tieso , "empalmao" como se dice vulgarmente.
- Que bonita verga tienes, Juan, cariño.
- Eso se lo dices a todos, ¿no?.
- No, eso no se lo digo a ningún hombre porque de ningún hombre me interesa mas que lo que me paga por estar un rato conmigo. Has de saber que esto es un acto comercial, el paga por estar quince minutos con mi cuerpo, sólo con mi cuerpo, mis sentimientos no van incluidos en el precio; sus caricias me molestan pero es parte de mi trabajo, como a una dependienta a la que una señora le hace sacar veinte prendas y no se lleva ninguna. A pesar de todo ella tiene que mostrarse amable y sonriente, como yo. Nunca me vuelvas a decir que eso se lo digo a todos porque me duele. Me gustas tu, te quiero a ti, quiero tu cuerpo, quiero recibir tus caricias, quiero besarte todo tu cuerpo joven y, casi casi, virgen. ¿Con cuantas mujeres te has acostado?.
- Ummm..., acostarme y follar..., con seis. Hacer manitas con alguna mas.
- Cariño mío, pero si casi estas sin desvirgar. ¿Todas han sido putas?.
- Si.
- ¿Lo has pasado bien con ellas?.
- Pues ha sido mas o menos como tu lo has dicho. Desnudarnos, follar, correrme y a la calle. Lo paso mejor con chicas que no son profesionales porque es mas autentico, aunque no haya penetración es mas excitante y al final con una paja o una chupada nos desahogamos.
Terminó de lavarme concienzudamente, el falo, echando hacia atrás el prepucio, los huevos, el vello, hasta el ano. Al terminar introdujo en su boca el glande y jugueteo con su lengua, succionando y moviéndolo con la mano. No era "bocati di cardenale", era "delicius de Papa". Estaba a punto de correrme y ella lo notó. Soltó mi enhiesto falo y cogiéndome de la mano me llevó a la cama.

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domingo, diciembre 17, 2006

Mis amores con una prostituta ( VII )

Las calles y los locales estaban abarrotados, la gente se movía, iban de un lado para otro sin rumbo, sin destino, sin sentido. Se oía cantar en los bares, estaba de moda la copla española, el cante flamenco y las rancheras mexicanas; todo lo que tuviera un quejido, un lamento, todo lo que reflejase un trance amargo de la vida, sólo eso se oía en aquel mundillo de desesperados, golfos, prostitutas, delincuentes, marginados (todavía no estaba extendido el consumo de la heroína o la cocaína, aunque sí la había), alcohólicos y fumateros (fumadores de marihuana, entonces se llamaba quifi). Abriéndonos paso entre el gentío nos dirigimos a "El Tanguito". Al entrar comprobamos que también estaba mas concurrido de lo habitual y en vez de acercarnos a la barra nos dirigimos al fondo del local, donde se sentaban las chicas y los clientes que se podían permitir unas consumiciones mas caras. Hoy sólo veníamos Andrés, Miguel, Tono y yo. Saludamos a las chicas que ya conocíamos de antes de Maru y nos sentamos en uno de los divanes que había libres. Maru y su compañera estaban alternando con unos hombres, en cuanto me vio me guiñó un ojo y se acercó a uno de ellos para decirle algo al oído, luego se levantó y vino hacia nosotros. Yo sentí un ligero malestar al verla con otros, aunque era consciente de que su trabajo era ese. Ella estaba allí para ganarse la vida y cuantas mas consumiciones consiguiera mejor era la paga que recibía al final de la jornada, y si además se ocupaba con algún hombre pues mejor todavía.
- ¡Has venido mi vida!.
- Ya te dije que vendría.
- Pero yo no estaba muy segura.
- Pues aquí estoy.
- Espera un momento y enseguida estoy contigo. Y se dirigió al grupo con el que estaba.
Al marcharse hizo una disimulada seña a dos chicas que estaban en la barra y estas se acercaron a nosotros.
- Hola, yo soy Lucia.
- Que tal, me llamo Eva ¿y vosotros?.
- Hola, yo Andrés.
- Hola, yo Miguel.
- Que tal, soy Juan.
- Yo Tono.
- Ya sabemos que Juan tiene pareja, ¿vosotros también?
- No, nosotros vamos por libre.
- ¿Nos invitáis?.
- Bueno.
- ¿Que tomáis vosotros?.
- Cerveza para los cuatro.
- Nosotras pediremos dos benjamines ¿Podemos? (Un benjamín costaba tres veces mas que una cerveza).
- Vale.
Las dos se acercaron a la barra y trajeron las consumiciones dejándolas encima de una pequeña mesa que había delante del diván.
Lucía al ver que uno de nosotros no tenía pareja nos preguntó:
- ¿Queréis que llamemos a una chica?. Tono contestó que no hacía falta porque cuando terminara la cerveza se marcharía.
Al momento Maru vino junto a mi y cogiéndome del brazo me dijo al oído:
- ¿Vamos arriba mi cielo?.
- ¿Tan pronto?.
- Si, quiero que estemos solos los dos sin que nadie nos moleste.
Maru vestía hoy un pantalón verde oscuro muy ceñido y unas botas negras altas, un fino jersey negro muy escotado que resaltaba sus pequeños pechos, sobre la frente le caia un flequillo que le daba un aspecto de niña traviesa. Yo la miraba y noté al contemplarla, como el día anterior, un estremecimiento en mis entrañas que no podía decir si era de placentera emoción o de ese temor que, en momentos de incertidumbre, a veces nos deja paralizados. En aquel momento, para mi, no existía otra mujer entre la nutrida concurrencia de aquel local. Brillaba con luz propia a pesar de que la luz ambiental era algo mas que tenue. Fijaba sus ojos en los míos y no podía mantener su mirada, era ardiente, penetraban profundamente en los míos, me deslumbraba, me turbaba. Nos pusimos en pie, la rodee con un brazo por la cintura y poniéndole una mano en la nuca la besé en los labios, un beso largo, eterno; ella me abrazaba atrayéndome hacia su cuerpo sinuoso, duro y elástico a la vez, cálido, excitante; introducía su lengua en mi boca buscando mi lengua, jugueteamos saboreando los jugos que destilaban nuestros paladares. Notamos que nos tocaban, era Lucía.
- Oye, ¡que va a amanecer!. Os estáis deshaciendo de gusto ¿eh?.
No separamos y cogidos de la mano salimos a la calle. Por en medio de grupos de hombres que nos seguían con miradas lascivas y descarada envidia, haciendo comentarios soeces sobre el cuerpo de Maru y la, supuesta por ellos, paliza que me iba a dar en la cama.


(Continuará)

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viernes, diciembre 15, 2006

Mis amores con una prostituta ( VI )

Salí de la habitación y bajando por la estrecha escalera empecé a recobrar la noción de la realidad, de que la vida real estaba en la calle, en los poblados marítimos, en Nazaret y en la Malvarrosa, lo real eran aquellas gentes que pululaban por aquellos callejones en busca de no se sabe qué para ¿olvidar?, ¿para satisfacer su infantil lujuria?, ¿para qué y por qué estaban aquellas gentes en estas callejuelas?. No sé para qué ni por qué estaban allí pero lo cierto era que yo también estaba, la única diferencia es que yo sí sabía el por qué y ellos no, eran gente sin norte ni rumbo que guiara sus pasos perdidos, gente vacía de contenidos, vacías de proyectos, vacías de vida, de inquietudes, de dudas, vacías de sueños..., de todo, como propuesta de futuro sólo les quedaba la incertidumbre y el dolor. Ya en la calle, el fresco húmedo de la noche me hizo revivir las horas pasadas, mi estancia en "El Tanguito" y el lance carnal con Maru pasaban por mi imaginación con la rapidez de un trailer de película, apenas ocupaban un mínimo espacio en mi mente. Miré el reloj, las 23:40, debía ir a casa a dormir, sentía mi cuerpo mas ligero que cuando nos internamos en el barrio chino, era una sensación agradable, caminaba sin esfuerzo, como pisando nubes, como flotando en el aire fresco de las noches de otoño. En las calles, fuera del barrio del pecado, las gentes de bien, las que nunca pisaban los antros de perdición de donde yo venía, andaban desorientadas, pidiendo noticias, no había luz en las viviendas, ni agua potable, se formaban corros en los que, irresponsablemente, se agigantaba la ya grandísima tragedia que nos había envuelto a los valencianos, de la capital y de la provincia, como informaba la radio y que se escuchaba por medio de los radio transistores a pilas. A esas horas llovía débilmente. Al día siguiente vendría otra avalancha de agua por el río debido a las lluvias torrenciales que habían caído por la zona montañosa.

Caminé por calles encharcadas debido a que el alcantarillado se encontraba atorado, no podía evacuar el agua porque la tormenta en el mar impedía que desaguaran las tuberías de los emisarios. Llegue a mi casa pasadas la 12 de la noche. Mi madre estaba levantada esperándome, quería estar segura de que no me había pasado nada, le di un beso y me fui a mi habitación, puse el despertador a las 6 y mi cuerpo cayó rendido en la cama donde el sueño se apoderó de él al instante. Por la mañana me presenté en el lugar de encuentro con los equipos de rescate. Se notaba una mayor organización, los soldados, los bomberos, la policía y la guardia civil no habían parado en toda la noche. Nos dirigimos a los poblados marítimos donde estuvimos recogiendo y cargando enseres y restos que las máquinas excavadoras se dejaban atrás ya que estas cargaban a tajo y no se entretenían en lo que les caían de los cazos. El ruido era ensordecedor, camiones, máquinas, martillos neumáticos, sopletes, grúas, gente picando, vecinos llorando y lamentando algún desaparecido. Habían también camiones repartiendo alimentos y ropa de abrigo, lo que creaba todavía mas confusión en las calles.

A media tarde la radio dio la noticia de que el río estaba volviendo a crecer. Arrastraba las aguas de la lluvia que había caído incesantemente sobre las montañas. Nos hicieron retirarnos por si se volvía a desbordar ya que podíamos quedar atrapados entre la riada y el mar que estaba crecido. Los camiones se llevaron a personas que querían ir a pasar la noche en casa de otros familiares o amigos que vivían en zonas mas altas de la ciudad. Volvimos a la Avenida del Oeste, donde la aglomeración de gente era mayor que en el resto de la capital. Nos preguntaban, querían saber como estaban las zonas mas afectadas, si habían muchos muertos, si habían caído muchas casas, en fin, curiosidad de gente que no había sufrido ningún daño, sólo los inconvenientes de no tener suministro de electricidad, ni de teléfono ni de agua potable, pero sólo en algunas zonas en las que durante el día habían estado repartiendo agua con camiones cuba. Subimos a los aseos del edificio de la CNS y nos duchamos como pudimos. Dejamos los embarrados monos del ejercito que nos habían dado y las botas de goma y nos pusimos nuestra ropa que la habíamos llevado todo el día atada a la cintura. Cuando salimos del edificio y si mediar palabra, como el día anterior, nos dirigimos al barrio chino.


(Continuará)

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martes, diciembre 12, 2006

Mis amores con una prostituta ( V )

Abrazados como estábamos fuimos acercándonos a la cama y, lentamente, como un paso de baile, nos dejamos caer sobre las sabanas. Mis labios buscaban los suyos que, jugueteando, se negaban a entregarse. Cuando ella notaba que el juego me contrariaba me los ofrecía y, entreabiertos, me daba su lengua buscando mi boca, cuando yo, siguiendo su juego, rehuía sus caricias. Fueron, no sé cuanto tiempo, breves momentos o largas horas, en ese instante el tiempo se detuvo y nuestros cuerpos se fundieron en uno sólo, abrazados, entrelazados; la necesidad de poseernos, de penetrar el uno en el otro, de dar y recibir, de entregarnos con frenesí al juego de la copulación era nuestro pensamiento único; disfrutar del momento, gozar con la mujer que tenia entre mis brazos, desnuda y complaciente, realizar mis sueños eróticos, sólo eso existía. Fue tan intenso mi placer que, como me había dicho ella, no recordaba algo semejante en mi joven y corta experiencia de encuentros sexuales. Eyaculé, y mis músculos, antes cables de acero, ahora quedaron como destensadas cuerdas de velas arriadas; mi falo, antes erecto, tieso y duro, ahora, en su flacidez, era semejante a una cola de cometa en reposo. Igual que la cometa, había estado en las divinas alturas y ahora ha descendido al terrenal reposo.

Sin poder evitarlo me vinieron a la mente las escenas dramáticas que había vivido durante día que estaba a punto de terminar. No quería que los recuerdos me amargasen la grandiosa experiencia que acababa de vivir; me negaba a que los recuerdos dramáticos vividos pudiesen relegar al olvido momentos de gozo como los que había disfrutado, pero mi mente no reaccionaba ante la intención de mi voluntad. Estaba echado en la cama junto a Maru y luchaba mentalmente contra los fúnebres pensamientos que me impedían saborear el encuentro carnal que acababa de gozar. Maru me dijo:
- ¿En que piensas?, ¿no has disfrutado?, ¿algo no ha salido bien?. Dímelo mi cielo y lo volvemos a hacer. Mira como tengo los pezoncitos, duros como peladillas. Anda, ven.
- No Maru, ahora no, no puedo.
- ¿Por qué? Yo creía que lo habías pasado bien.
En la puerta sonaron unos golpes recordándonos que el tiempo establecido para una ocupación había transcurrido.
- Vaya ¡coño!, a la tía esta no se le pasa una -dijo Maru- Ven Juan, no hagas caso, ya lo arreglaré yo.
- No Maru, no puedo, no me quito de la cabeza lo que he visto hoy. Durante un rato has conseguido hacérmelo olvidar, pero no se me van de la cabeza las imágenes que he visto en Nazaret. Otro día vendré a verte. Además mañana tengo que madrugar, he quedado a las 7 con el grupo de rescate y no quiero fallar.
- ¿Vas a volver a ir con la depresión que llevas encima?.
- Si, me he comprometido, y si ellos pueden yo también tengo que poder. Mañana no será igual porque ya voy preparado.

Me levanté he hice intención de vestirme pero ella me cogió de la mano y me sentó en el bidet, me lavó los genitales con frotamientos intencionadamente lascivos pero mi falo no respondía a los estímulos del tacto (ya sabemos que los estímulos no los recibe el miembro sino que vienen inducidos por una corriente eléctrica desde el cerebro, que ha captado, analizado y aprobado las sensaciones que producen los tocamientos en las zonas erógenas), por lo que le dije que no siguiera, que eran inútiles sus buenas artes para que volviera el miembro a la posición de firmes y presentando armas.
-No quiero que te vayas así. He estado muy a gusto contigo, lo que no me ocurre a menudo ¿sabes?, me has hecho correrme dos veces, ¿A que no te has dado cuenta?. Quiero hacer lo que sea para que se te quiten de la cabeza esos pensamientos oscuros. Dime que quieres que haga.
- Nada Maru, me tengo que marchar porque he de madrugar. Mañana por la tarde cuando termine la jornada vendré a verte, te lo prometo.
- Dame un beso mi amor.
Me abrazó y nos besamos como si la despedida fuese la de dos enamorados que no se van a ver en una larga temporada. En ese momento noté algo como lo que los mayores llaman, según los síntomas, cariño, agradecimiento, ternura, amor, lo que sentí todavía no lo sabía explicar entonces (hoy sí, el primer amor de mi vida) pero algo sí que se removió en mi interior. Nunca había estado enamorado por lo que todavía no sabía distinguir entre los sentimientos de amor, cariño o deseo sexual.

Debo decir, para aclarar conceptos, que entre los seis amigos que nos presentamos voluntarios para ayudar a los damnificados por la riada, cinco estábamos estudiando, y el sexto trabajaba en un taller mecánico que había quedado anegado por el barro y, de momento, el dueño estaba tan afectado que no se decidía a tomar medidas sobre cómo sacar tanto barro, casi un metro, que llenaba el taller y que había inutilizado la mayor parte de la maquinaria, por lo que Paco, que así se llamaba el sexto amigo, también disponía de tiempo libre.


(Continuará)

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viernes, diciembre 08, 2006

Mis amores con una prostituta ( IV )

No era guapa pero sí atractiva, rubia de tinte, el pelo corto y poblado; ojos marrones, muy vivos, con exceso de maquillaje; los labios carnosos sin pintar,sólo un leve toque de brillo, insinuantes y unos dientes blancos, bien cuidados, debido, aparte de la higiene, a que no fumaba. Hablaba siempre en voz baja, un susurro semejante al ronroneo de una gata. Cuando se acercaba a decirme algo al oído se me erizaban los pelos de la nuca; me excitaba escuchar su run run cerca de la oreja y sentir el roce de sus labios. Cuando, suavemente, mordisqueaba el lóbulo jugueteando con la lengua, una placentera descarga eléctrica me sacudía de arriba a bajo por toda la columna vertebral. Llevábamos una hora y cuarto en el local y parecía que estábamos varias horas; había olvidado por completo la dura y penosa jornada que viví durante el día. El triste espectáculo que nos sobrecogió en Nazaret ya pertenecía a un pasado lejano. Mis amigos, se habían ido separando por parejas y ya se cruzaban también alguna que otra caricia con lo que deduje que también habían recuperado la derrotada moral que traíamos al entrar en "El Tanguito". Noté que Salvador no estaba, pregunté con un gesto y me indicaron, también con un gesto, que se había ido con una de las chicas.

La falda estrecha de Maru se había ido subiendo debido a su postura de estar sentada en un taburete y también, porque no, a ligeros y sabios movimientos de sus hermosos muslos. Ella me cogía por la nuca y me atraía hacia el pequeño hueco que se formaba entre la pareja de rosadas redondeces que se entreveían por la abertura de su blusa. Yo tenía mis manos en su cintura, en el punto en que nacían sus rotundas caderas, anchas y de duras carnes. Mis ojos se paseaban lentamente, recreando la vista, desde sus senos hasta el borde de la falda que ya apenas si ocultaba unas bragas blancas de encaje. Habíamos acercado un poco más los taburetes y ella tenia sus piernas entre las mías. Sus rodillas acariciaban mi entrepierna donde ya se notaba el duro falo haciendo esfuerzos por romper la opresión que lo sujetaba. Mi excitación estaba llegando al punto más alto que permitía un comportamiento correcto aún en un lugar como aquel, se imponía cambiar los taburetes por una cama donde dar salida al calentón que me consumía. Ella había notado que me encontraba en el punto de no retorno y me susurro al oído:
- ¿Vamos arriba cariño?. Te voy a hacer gozar como nunca. Vamos mi vida.
- Sí, vamos.
Pagué la consumición, salimos a la calle y, abriendonos paso entre los mirones, nos dirigimos hacia un portal que había en frente del bar. Subimos por una estrecha escalera hasta el primer piso, donde se encontraban las mejores habitaciones, pues en los pisos superiores lo que había era más bien celdas monacales, según me dijo ella. Pagué lo estipulado a la mujer encargada de las habitaciones y nos entregó dos pequeñas toallas, a Maru le di el importe de su servicio, que lo cortés no quita lo valiente, y que una cosa es una limosna de amor y otra el sexo seguro y bién pagado. La habitación tampoco se pasaba de confortable, habría que ver las otras. Los muebles eran una cama con sábanas limpias, una pequeña butaca, una silla, una mesita de noche con una pantalla roja, un lavabo y un bidé, también había frente a la cama un espejo grande y en una de las paredes una cortina que ocultaba una ventana. Maru se desvistió y, mientras yo hacia lo mismo, se sentó en el bidé y procedió a lavarse, al terminar yo ya estaba en cueros, me llevó al lavabo y cogiéndome el falo (me gusta ese nombre mas que el de pene) erecto, duro, como el mango de un martillo, lo lavó concienzudamente, lo secó y me rodeó con sus brazos besándome en el cuello, yo la sujeté por la nuca y le di un beso en sus labios entreabiertos. Tenía un cuerpo bonito, no era gruesa pero su delgadez estaba llena de redondeces, los brazos turgentes, los hombros redondeados, las piernas bien moldeadas, las caderas rotundas, los pies finos, y esa leve barriguita que, para mi, tiene el encanto que diferencia a una mujer bien formada de una huesuda modelo o "starlet" al uso (aunque entonces no se había llegado todavía a reverenciar el patrón de la mujer anoréxica). En sus tetitas menudas y tersas despuntaban unos pezones provocadores, casi infantiles, como pequeñas trufas de chocolate que invitaban a deleitarse lamiendolos.




(Continuará)

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lunes, diciembre 04, 2006

Mis amores con una prostituta ( III )

Hacia ese variopinto y pecaminoso barrio, que ya conocíamos mis amigos y yo por andanzas anteriores, (tengo que aclarar que las jóvenes de entonces tenian mas prejuicios sobre el sexo que las de hoy y la única forma de apagar los ardores de la juventud era acudiendo a las prostitutas y estas nos trataban con un cariño casi maternal) como decía, dirigimos nuestros pasos sin haber cruzado palabra alguna, nos llevaban nuestros pies a su libre albedrío sin que nosotros nos opusiéramos. Entramos por la primera calleja que nacía en la avenida del Oeste, junto al edificio de la CNS. Nada mas internarnos en ella nos llamó la atención la gran concurrencia de parroquianos que se veía en los bares. Continuamos adentrándonos por las callejuelas de aquel gueto de perdición y constatamos que había un inusual trasiego de gente, mas hombres que mujeres, en las calles y en los bares y que se hacía mas populoso cuanto mas nos adentrábamos en el núcleo central del barrio. Nos dirigimos a una calle menos concurrida donde estaban los bares mas presentables, y más caros, y las mujeres mas atractivas, y más cotizadas. Ya habíamos estado otras veces en esta zona a donde solían venir hombres de buena liquidez económica y jóvenes que deseaban descubrir e iniciarse en el, para ellos, misterio del sexo, tabú de los tabúes y causa de, según la moral de entonces, enfermedades sin fin amen de caer tu santa alma, pura y casta hasta ese momento, en pecado mortal sin remisión. Entramos en "El Tanguito" y el aspecto interior era mas o menos como otras veces, casi lleno, sin la aglomeración de los otros bares. Nos dirigimos a la barra y pedimos unas cervezas, nos atendió Lena, una rubia de tinte, simpática y graciosa en la charla, aunque hoy no se mostraba muy habladora. Al poco rato, como es la costumbre, se acercaron a nosotros dos chicas, una joven (20-25 años) y otra menos joven (30-35 años), pero de muy buen ver. Nosotros conocíamos otras chicas pero hoy no se encontraban entre las concurrentes, las dos mujeres que se acercaron sí nos conocían a nosotros.
- Hola, ¿nos invitáis?
Nos miramos y con la cabeza asentimos.
- Lena, dos benjamines (dos botellines de champán equivalentes a una copa).
- Estáis muy serios hoy. Yo soy Julia y esta Maru. Tu eres Juan, tu Miguel, tu eres Paco y tu Tono, a ti no te conozco y tu eres Salvador. ¿Que tal estáis?.
- Me llamo Andrés. Dijo de mala gana mi amigo.
Maru, la mas mayor apoyó su brazo en mi hombro.
- ¿Porque estas tan serio?
- Hemos estado todo el día en Nazaret ayudando a rescatar personas y cadáveres.
Otras dos chicas se habían acercado al grupo preguntando si queríamos invitarlas.
- Joder, no me extraña que estés así.
- ¿Por qué hay tanta gente en el barrio?. Le pregunté.
- Esto se ha convertido en una especie de lazareto. Han venido aquí gente que lo ha perdido todo, casa y familia, o la casa, o algún familiar. Están derrotados, unos vienen buscando compañía, consuelo, otros intentan olvidar. Ha sido un desastre. Pero bueno, vosotros también debéis olvidar. ¿ Te ha cogido algo la riada?.
- No.
- Pues no estés triste que me vas a contagiar y yo no puedo estar triste porque tengo que alegrar la vida a los hombres, así que vamos a brindar porque estamos bien y tenemos salud.
- Salud. Dijo ella levantando la copa.
- Salud. Y levanté la copa.
El ambiente estaba cargado. Estábamos apoyados en la barra, sentados en taburetes altos, yo de cara a la entrada y ella de cara a mi. Mis amigos estaban de conversación con las otras chicas a las que se había unido otra más. Maru vestía una falda estrecha muy ajustada que le resaltaba provocativamente su respingón trasero y una blusa muy ceñida desabrochada hasta mas abajo de sus pequeños pero firmes pechos. Por supuesto en sus pies lucia unos bonitos zapatos negros con tacón de aguja. Como debe ser.


(Continuará)

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Mis amores con una prostituta ( II )

Tomaron la decisión de acudir todos en ayuda de los que pedían auxilio, aunque estos eran los de mas difícil acceso, y después recuperaríamos cadáveres. Apenas podíamos andar por la altura del barro que nos llegaba hasta los muslos. Algunos de nosotros vomitamos y veíamos que nos fallaban las fuerzas. Ayudamos a salir de las ruinas a una anciana, a una mujer con dos niños que no eran sus hijos, a sus padres los arrastró la riada; rescatamos a un hombre paralítico que parecía estar muerto pero vieron que respiraba, había perdido el conocimiento, no sabía nada de su familia; así pasamos el día hasta que ya no oímos mas voces pidiendo auxilio.

Aún hoy, al recordarlo, no comprendo de donde saqué las fuerzas para soportar aquel drama. Salimos de Nazaret sobre las siete de la tarde camino del lugar de donde salimos, la avenida del Oeste frente al edificio de la CNS. En los distintos pisos del edificio habían habilitado, de mala manera, unas duchas en los aseos. Nos duchamos después de una larga espera, tres cuartos de hora haciendo cola. Después de la ducha, sin jabón ni toallas, nos encontramos algo mejor. Quedamos con los organizadores del personal voluntario para el día siguiente a las siete de la mañana. Los bomberos, la Cruz Roja y el ejercito continuaron, por turnos, durante las veinticuatro horas. A los barrios en donde vivíamos el grupo de los seis amigos apenas llegó el desastre pues vivíamos en la parte alta de la ciudad, solamente sufrieron los daños producidos por la lluvia, sólo pequeñas inundaciones en las plantas bajas pero no había barro. A ninguno de nosotros nos apetecía regresar a nuestras casas, necesitábamos recuperar la conciencia de que el mundo seguía su marcha a pesar del dolor y la tragedia, que la vida no era sólo el horror que habíamos vivido aquel día. Llamamos a nuestras familias comunicándoles que nos encontrábamos bien y que llegaríamos tarde.

El edificio de la CNS se encontraba justo al lado de uno de los barrios más antiguos de Valencia que con el paso de los años había quedado cercado por edificios mas altos y modernos. Este barrio conocido como el "Barrio Chino", era una especie de gueto por el que las personas "bien" procuraban no pasar, especialmente por las noches. Era una isla en el centro de la ciudad; calles estrechas, casas antiguas de tres o cinco plantas a lo máximo; durante el día apenas llegaba el sol a sus calles, ese sol mediterráneo, brillante, luminoso y cálido del otoño que se expandía por el resto de la ciudad, por lo que siempre había un alto grado de humedad en aquellas angostas callejuelas. La población del barrio chino lo componían el lumpen de la ciudad: chulos, prostitutas, macarras, homosexuales, delincuentes menores, o sea, rateros, carteristas, trileros; también buscaban refugio en el barrio gente venida a menos, económicamente, que intentaban pasar desapercibidos en fonduchos miserables donde el trasiego de hombres y mujeres, especialmente por la noche, era continuo y suponía una humillación a su dignidad de personas pobres pero honorables. Solía verse también por bares y tabernas, la chulesca figura de aguerridos legionarios; igualmente se veía de cuando en cuando parejas de policía militar a la caza de algún desertor. Los gitanos no podían faltar en un ambiente tan propicio para la compra venta de cualquier cosa (las prostitutas eran muy buenas clientas): relojes, camisas, vestidos, joyas, ajuares, tabaco rubio de contrabando, cortes de traje, medias de nylon, etc. Todo este singular conjunto de tipos marginales se completaba con grupos de visitantes ocasionales, sólo hombres, curiosos, mirones (hoy voyeurs), cuya única satisfacción era observar cómo entraban y salían las mujeres y los hombres de los portales que accedían a las habitaciones donde satisfacían sus carencias y represiones sexuales.

(Continuará)

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domingo, diciembre 03, 2006

Mis amores con una prostituta ( I )

La riada de Valencia: Trágica fecha la del 17 de octubre de 1957. Un mar de agua desde los cielos estuvo cayendo durante dos o tres días ininterrumpidamente, no recuerdo bien cuantos fueron, sobre la capital y la provincia; mas de 200 litros por metro cuadrado diarios. El río Turia se desbordó arrasando y arrastrando todo lo que se le ponía por delante: árboles, casas, coches, carreteras, camiones, puentes y personas. Al día siguiente, cuando dejo de llover, torrencialmente, porque continuó con menor intensidad, el espectáculo que vimos los que pudimos salir a la calle (otros no podían debido a la altura del barro depositado por las aguas y que llegó a metro y medio en algunas calles), era sobrecogedor: barro por todas partes, animales muertos, coches enterrados, gente asomada a las ventanas pidiendo socorro porque no podían salir a por comida y medicinas, las tiendas anegadas, las torres de electricidad caídas y los cables chisporroteando y saltando sobre el barro como reptiles malheridos, las tuberías del gas dejando escapar su mortífero contenido; los servicios médicos , los bomberos y la policía sólo podían circular por unas pocas calles. En el cauce del río, que desde hacia muchos, muchos años no se había desbordado, familias humildes habían construido chabolas adosadas al muro del cauce con restos de maderas, chapas de bidones, cartones, cañas; pues todo, absolutamente todo, cabañas y personas, habían desaparecido cuando bajó el nivel del agua. La primera avenida fue de madrugada por lo que no les dio tiempo a huir. La segunda fue en la tarde del día siguiente. Los barrios cercanos a la playa, la Malvarrosa y el Cañamelar, poblados por gente modesta, y que ha través de los años habían ido edificando sus modestas viviendas por debajo del nivel del mar, casi desaparecieron; lo mismo ocurrió en el barrio de Nazaret, al otro lado del puerto. Resumiendo: Muerte, desolación y ruinas por todas partes. Hago este relato tan dramático porque va a ser el contrapunto de lo que viví en aquella época en que yo contaba 17 años.

Cuando dejó de llover las autoridades estatales, municipales y militares se movilizaron para auxiliar en la medida de lo posible y con los medios que se pudieron recuperar, a los mas necesitados que eran, como ya he dicho, los barrios cercanos a las playas. En la Avenida del Oeste, una céntrica y amplia avenida, se encontraba el edificio conocido como la CNS (Central Nacional de Sindicatos) y a las puertas de este edificio se centralizó el reclutamiento de personas voluntarias y medios de toda clase para socorrer a los necesitados. Allí nos dirigimos un grupo de amigos con el animo de aportar la ayuda que se nos encomendara y colaborar en lo que hiciera falta. Todos teníamos entre 17 y 26 años, yo era el más joven. Aquella gran avenida se llenó de gente dispuesta a ayudar. Se crearon equipos dirigidos por policías, militares, falangistas y agentes de la Cruz Roja. Nos dieron palas, picos, guantes, y mascarillas; subimos a un camión y salimos, el que nos llevaba a nosotros, hacia Nazaret llegando hasta donde la altura del barro permitía el paso del vehículo.

Ninguno de nosotros habíamos pasado por una experiencia, ni siquiera parecida, a la que íbamos a enfrentarnos. No he estado en una guerra pero lo que vimos al bajar del camión, que iba cubierto con una lona, fue dantesco: casas derrumbadas, cadáveres hinchados de personas adultas y de niños, brazos, piernas y cabezas que sobresalían de entre el barro, animales despedazados, coches amontonados, revueltos, unos encima de otros llenos de maleza, ramas de árboles, gritos de socorro de personas que habían quedado atrapadas y no podían salir de su encierro... Los que nos dirigían hablaban entre ellos evaluando la situación y distribuyendo los medios con que contaban. Nosotros estábamos paralizados, horrorizados.


Continuará.

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viernes, diciembre 01, 2006

¡A grandes males, grandes remedios!




Iraquí disponiendose a lanzar un misil Scud por un método expeditivo.

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No se me enfaden, por favor



No se enfaden queridas feministas, es sólo una broma.

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¿Que hace aquí este?



¡Coño! ¡Es el coche del Comandante!

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